Yo también estuve en Tacoma
Topo González


Tacoma, 1988.
Mr. Nice y Stardust
vs
Bobby alias el Terremoto y Charlie alias la Pequeña Muerte


No sólo era un duelo generacional, todos habían nacido en los 70, sino un duelo entre dos naciones. Ingleses y australianos llevaban años disputándose los primeros lugares. No se podía saber si esperaban una competencia en terreno franco para librarse de las sangrientas consecuencias desatadas en sus continentes, o por el contrario ansiaban la contienda transatlántica para romperse la cara con toda tranquilidad. Lo cierto es que la noticia de la gesta provocó una procesión avasalladora. Los seguidores provenientes de Sydney y Londres, llegaron hasta Tacoma, una ciudad en el estado de Washington, reputada por su museo de vidrio y su letal aburrimiento.

Bobby y Charlie fueron los primeros en llegar. Muy pocos los conocían por sus nombres de pila, todo el mundo los llamaba el Terremoto y la Pequeña Muerte. Respecto a Terremoto, el lanzador, las versiones son contradictorias, por no decir inverosímiles. Un diccionario lo presenta como un deportista sin disciplina, sin otro triunfo que sus ínfulas, es decir un perdedor. En cambio, los anales londinenses revelan un lanzador legendario, fundador de un nuevo estilo llamado el tirabuzón, un catador de vinos y un degustador de brandy.

Terremoto tenía una inclinación por las causas perdidas. No de otra manera se hubiera unido con Pequeña Muerte, un enano de poca formación, gestado por dos primos a orillas del Támesis, con un juego al borde de la indiferencia. Una de las Historias del Lanzamiento de Enano, cuenta que en el 96 Pequeña Muerte comenzó a publicar una serie de crónicas sobre el deporte. Firmaba con su alias, dándole un toque tremendista a sus escritos. Fue después de la gesta de Tacoma que decidió escribir, lo cual nos hace pensar que los acontecimientos que narramos fueron el detonador de su nueva manía.

Doce horas antes de la competencia, llegaron los australianos. Una pequeña comitiva los recibió en el aeropuerto de Seattle, a pesar de la prudencia exigida por los organizadores. Mr. Nice y Stardust habían sido los campeones en el 84 y aún tenían el aura de quienes han visto el mundo desde el podium. Una fotografía de Mr. Nice no revelaba las razones de su popularidad entre las mujeres; había que verlo, esas nalgas cargadas de energía y esos muslos excesivos. Algunos afirmaban que las dimensiones del lanzador eran el resultado de una ingesta hormonal desmedida. En cambio Stardust apenas cumplía las dos condiciones básicas para el deporte. En cuanto a la estatura, medía 51 centímetros; respecto al peso, cada año se temía que al pasar desnudo la prueba de la balanza, pesara menos de 82 libras.

La contienda tuvo lugar a las afueras de Tacoma, en un terreno baldío. Las gradas y la pista fueron improvisadas por la DTA, quien dispuso también un operativo de seguridad, pues el lanzamiento de enano seguía siendo ilegal en el estado de Washington.

A las seis de la tarde aparecieron los ingleses. A las seis y media lanzaron varias botellas a la pista y las turbas exigieron que comenzara el espectáculo. Veinte minutos después, en el límite de la insurgencia, las barras se calmaron: hí estaban, vestidos como para ir a la playa, Mr. Nice con su licra sacerdotal y Stardust con la cara pintada.

Yo recuerdo haber visto a los dos lanzadores en el centro del terreno, recuerdo el brillo de la moneda en el aire, esos segundos, la discusión de los jueces, la mano de Mr. Nice diciéndole fuck you al inglés, quinientas manos en las gradas diciéndole fuck you a los ingleses porque Mr. Nice había dicho cara y la moneda cayó cara en la palma del juez central.
El enano australiano se puso el casco, las rodilleras, el arnés. Mr. Nice lanzó una mirada en rededor. Luego se escupió en las manos. El enano dio varios pasos al frente, observó el horizonte y regresó a buscar los brazos de Mr. Nice. Las gradas se callaron, como haciendo un minuto de silencio por los héroes caídos. Mr. Nice tomó a Stardust por el arnés, lo balanceó sobre la horizontal, se quedó inmóvil unos segundos, respiró a fondo, dio tres, cuatro pasos, una vuelta entera y vimos al enano desprenderse de las manos de Mr. Nice, describir una parábola, cegarnos a cada giro con el reflejo del sol.

Stardust tocó el suelo y las trompetas reventaron. El juez de banda corrió a verificar el estado del enano, inmóvil sobre la pista. Hubo un momento de pánico, hasta que Stardust se levantó por sí mismo y dio unos pasos inseguros.

Las gradas temblaron. Era el turno de los ingleses. Una bengala cruzó el cielo. Terremoto y Pequeña Muerte aparecieron invencibles sobre el ápice de la pista. Pequeña Muerte dijo fuck you con la mano, y las manos de todos los ingleses dijeron fuck you. Pero Pequeña Muerte quería decir algo distinto. Se estaba negando al primer lanzamiento haciendo uso de su legítimo derecho, estipulado en el reglamento de la DTA. Una decepción de este tipo, después de haber cruzado el océano, era una afrenta para los fanáticos. Terremoto le dio una cachetada a su compañero, y el enano rodó por el piso y las gradas aplaudieron. Pequeña Muerte quiso escaparse, pero Terremoto lo atrapó, lo tomó del arnés, se puso en posición y lanzó a Pequeña Muerte por los aires mientras el público ovacionaba el tiro parabólico.

Los hechos sucesivos no hicieron más que prolongar el primer fracaso. Pequeña Muerte parecía haber caído en la inconsciencia, hasta que Terremoto lo buscó, lo tomó del arnés, se lo echó al hombro, lo llevó hasta el punto de lanzamiento y volvió a lanzarlo. Vimos un cuerpo volar en el aire amarillento de Tacoma. Un cuerpo que esta vez cayó dentro de la pista, muy lejos de la banderilla, clavada en la tierra como una conquista, que señalaba el record de los australianos.

Pequeña Muerte no se levantó. Al fin los jueces intervinieron y se lo llevaron, poniendo fin a la competencia. Vencidos los ingleses, explotó en las gradas otra gesta, más antigua que el lanzamiento de enano, el recuerdo vago de un tiempo en que Australia era una prisión, parte del territorio de un imperio.

Estos hechos también fueron consignados en las crónicas de Pequeña Muerte. Nuestras versiones son irreconciliables, él hizo de su ridículo un gesto heroico. Pero este no es el momento de hacer un resumen de nuestras desavenencias. Pequeña Muerte no vio lo que pasó antes de su llegada ni después de su partida, él no vio el reguero de tabiques partidos ni escuchó las sirenas de la policía ni fue interrogado. Las gestas de Tacoma fueron para muchos un episodio central en la historia del deporte. En el caso de Pequeña Muerte, significó el origen de una carrera como cronista, aunque insisto, mi relación ha sido escrita para desmentir la prosa comedida del enano inglés. Como un encuentro erótico entre dos personas, lo único cierto es que los dos estuvimos allí.

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De como Eurosport se interesó (y desinteresó) del deporte
Estela del Cometa


Isafjördur, 1992.
Arístides alias Laser alias Lacerda y Óscar Chispa de Chocolate
vs
Njal alias el Bronceado y Gunnar alias el Roto


En 1992, Islandia, ese pequeño país en medio del Atlántico Norte que, por obvias razones de escala nunca podrá competir con las grandes potencias deportivas, se volcó a ver el Sexto Torneo Mundial de Lanzamiento del Enano. El torneo se celebraba en Isafjördur, pequeña localidad al norte del país, y la pareja local, compuesta por el lanzador Njal "El Bronceado" y el enano Gunnar "El Roto", era favorita para llevarse la copa.

El torneo empezó a mediados de septiembre. Eurovisión, transmitió los eventos. La comunidad amante del lanzamiento del enano se puso frenética ante este símbolo de apertura. La estrella del torneo fueron los dominicanos Arístides "Laserda", y Óscar "Chispa de Chocolate" y una pareja de franceses. "Chispa de Chocolate", el enano, celebraba cada victoria con un baile obsceno cada vez que ganaba. A veces doblaba los brazos a la altura de la cintura y los movía hacia atrás y adelante en coordinación con la pelvis haciendo un movimiento como diciendo "que me los he copula'o". Otras veces, flexionaba las rodillas, extendía el brazo derecho y con el izquierdo simulaba dar nalgadas mientras hacía el mismo movimiento pélvico simulando un polvo. Si pudiéramos ver los videos de sus celebraciones, nos daríamos cuenta de que no son tan diferentes al reguetón. Lo que hace 20 años le valió perder una final es hoy aceptado y hasta celebrado.

Ver a Chispa era un espectáculo. Cada que los de Eurosport mandaban a corte, Chispa de Chocolate salía a cuadro bailando y burlándose del rival mientras comía permafrost, ese lodo islandés congelado. Chispa fue la estrella mediática del torneo. Para las semifinales, Chispa se había convertido en la imagen del torneo por encima de los locales Njal "El Bronceado" y Gunnar "El Roto". Muy probablemente los dominicanos no recibieron ni un centavo, ya que los de Eurosport no dejaban de decir que transmitían el torneo como un gesto de apertura a deportes "alternativos" sin rentabilidad comercial. El torneo fue ampliamente visto en Europa, en particular por los amantes de este deporte prohibido en Francia y las Islas Británicas.

Los asistentes a este torneo tenían la impresión de estar en el equivalente a Uruguay 1930, o en las Olimpiadas de 1904; es decir, de estar escribiendo la historia. Se tenía la certeza (o al menos yo) de que este evento sería recordado

en unos 100 años como algo heroico. Probablemente en 100 años se recuerde la final del Sexto Torneo Mundial, pero acaso como un momento anticlimático. Días antes de la final, la Dwarf Throwing Association emitió un anexo a su reglamento prohibiendo los festejos denigratorios, una clara alusión a Chispa de Chocolate. Siempre se rumoró que hubo presiones del gobierno islandés para que el Bronceado y el Roto ganasen. Después de todo, el Roto y el Bronceado se habían quedado a 3 pies de ganar la final de 1990 y eran figuras reconocidas por todo el medio del lanzamiento del enano.

Lo que pasó en Isafjördur es de todos bien conocido: en el primer par de lanzamientos, Laserda lanzó a Chispa 8 pies y 8 pulgadas, mientras que el Roto voló 10 pies exactos, cortesía de la técnica Bahía, copiada por el Bronceado del legendario multicampeón Bahía. En el segundo lanzamiento, en un ademán, Laserda se puso su legendaria máscara, tomó 8 metros de vuelo, dio seis giros, y arrojó 12 pies y una pulgada a Chispa de Chocolate. Después de pasar saliva, el Bronceado sólo pudo enviar al Roto a 7 pies y 9 pulgadas de distancia. Por si fuera poco, el Roto cayó en el brazo que se había lastimado en 1990. Cuando el Roto estaba recibiendo asistencia médica y ya se había hecho oficial que la pareja dominicana era la nueva campeona del mundo, inexplicablemente, Chispa de Chocolate sacó una polla de hielo de la bolsa donde guardaba sus bebidas y empezó a azuzar al Roto. También la mostró a las cámaras de Eurovisión. El frío hizo que la polla permaneciera intacta durante cinco minutos en que los productores y los presentadores del torneo no sabían qué hacer. Los jueces (malditos jueces) anularon la victoria de los dominicanos utilizando el anexo del reglamento, y Laserda no podía creer que hubiera perdido por el egocentrismo de su compañero, el mismo que lo había lanzado al estrellato.

Tres semanas después, la Comisión Europea prohibió la transmisión de "eventos denigrantes para la dignidad humana, incluyendo el lanzamiento de enano." El presentador del resumen deportivo de los domingos de Eurovisión presentó disculpas de parte de la cadena esa misma semana.

Dieciocho años después, el sistema financiero de Islandia quebró, arrastrando a un sinnúmero de bancos europeos, incluyendo el que controla las operaciones de endeudamiento de Eurovisión.

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Gran escándalo enano
Pablo Péndelton


Broken Hill, 1984.
Bahía alias la Santísima Trinidad y Maximiliano
vs
Nathaniel alias la Cobra y Billy alias el Blues


Lamentable. Pésimo. Atroz. Estos eran algunos de los calificativos que se pudieron escuchar por parte de los asistentes, al término de la primera semifinal del Segundo Torneo de Lanzamiento de Enano en Broken Hill, Australia.

Se enfrentaban por un lado los brasileños Bahía alias La Santísima Trinidad y Maximiliano contra los canadienses Nathaniel alias La Cobra y Billy alias el Blues. Los brasileños partían como favoritos, el fresco aroma de la victoria se había posado con anterioridad sobre sus musculados hombros mientras que el principal logro de la pareja canadiense era haber alcanzado sólo en una ocasión la infame gloria del segundo puesto.

Un lleno colmaba de ruido y palmas las gradas aledañas a la pista de lona cuando comenzó el esperado enfrentamiento.

A pesar de no iniciar como favoritos se vio ya desde el primer momento que Nathaniel y Billy no iban a entregar su cabeza en pos de una nueva derrota, sin antes llenar de sudor y sangre la de sus rivales. Ya en los antecedentes, la gracia de la fortuna acarició sus deseos y pudieron elegir ser ellos quienes cerraran el choque, tomando por opción lanzar segundos.

Tras el pertinente calentamiento y el obligado sorteo, los contendientes sellaron el pacto de honor y limpieza en la competición con el tradicional apretón de manos entre lanzadores.

Bahía se dispuso a ejecutar, y al palmear y escupir en sus manos para dar un mayor agarre a Maximiliano la gente comenzó a vitorearle. Su palmarés le precedía y había curiosidad por ver si por fin iba a utilizar su famosa `Bahía´, el lanzamiento que él mismo inventó y que no había utilizado –unos dicen que por dosificar, otros por desprecio a los rivales- en lo que llevaba de torneo.

Su anterior marca era una de las mejores que habían alcanzado utilizando ese tipo de lanzamiento. Los brasileños esperaban tensos en su banco. La cobra agarró a Billy y en su caminar hacia atrás se intuyó la sorpresa. Iban a utilizar una táctica diferente. Miraban a la muerte a los ojos y en vez de correr sacaron la espada, la gloria de las flores o la derrota con honor, pero la cabeza alta y el respeto como premio seguro. La cobra lanzó un alarido desvencijado, rasgando sus cuerdas vocales en el impulso de la fuerza, que por su boca salió para empujar a su enano hasta el último confín que la gravedad les permitiese.

Al ver que se colocaba en la línea, agarraba al enano y retrocedía con su paso característico el público enfervorizó, iba a hacer el `Bahía´. Sincrónicamente, al ritmo de sus pasos y de sus giros el respetable empezó a aplaudir. Al tercer giro sobre sí mismo lanzó al enano, pero un error de coordinación provocó que girara la cintura en exceso. La fuerza que había ganado en la carrera se iba malversando en la errónea dirección que tomaba, y el enano, presa del vuelo anárquico acabó fuera de las bandas. Lanzamiento nulo. La afición soltó un suspiro de decepción y la pareja rival no gesticuló apenas, pero Nathaniel se agachó para decir algo imperceptible al enano Billy. Los brasileños abandonaron la lona, Bahía, más ducho en estas lides, trató de apaciguar a Maximiliano, a quien se veía algo agitado por el fallo.

La Cobra canadiense se puso su típica máscara y alzó la manó hacia el público para que sus seguidores le siguieran en el rito. Así, un tercio de la grada se tiñó de una mezcolanza entre café y negro y las cobras aparecieron por doquier coronando sus frentes.

Al agarrar a Billy, que esperaba con sus típicos ojos somnolientos, como si automáticamente predijeran el golpe, sus seguidores comenzaron a imitar el siseo de la serpiente. Treinta pasos dio antes de comenzar su lanzamiento, que culminó con la salida impetuosa del enano hacia el manso aire tras sus dos giros tradicionales. Billy volvió a sobrepasar los tres metros de altura en su vuelo, y en la caída un silencio bronco robó la respiración a los asistentes. Era un lanzamiento alto y profundo a priori, pero parecía desviado cual cañón de escopeta. Su vuelo trazaba la línea aérea del límite reglamentario. Si caía fuera la contienda estaría igualada pero de caer dentro, la pareja brasileña tendría difícil superarles. Había sido un lanzamiento fuera de lo común, la técnica había rozado la perfección, y el vuelo la maestría de las águilas en depredación. Y cayó dentro, tras varios segundos de intensa duda y verificación el juez de línea levantó los brazos cruzando las manos y Nathaniel y Billy tomaron ventaja. Era un lanzamiento espléndido pero no inalcanzable para la pareja brasileña, que había llegado a distancias más lejanas que aquella en varias ocasiones.
Con gesto de profunda concentración subieron a la lona, el público comenzó a aplaudir mientras se preparaban. Un nuevo lanzamiento nulo y la derrota se cerniría sobre su trayectoria, pero eran conscientes de que si alcanzaban la distancia que lograron anteriormente en terreno nulo tomarían ventaja, pues había sido un vuelo muy profundo, pero en la dirección equivocada.

Bahía tomó impulso y realizó el mismo lanzamiento que la vez anterior, Maximiliano planeó en cuidada postura. Desde un principio se vio que el lanzamiento iba a ser válido, los canadienses contenían la respiración viendo al enano por los aires. Tras varios segundos infinitos de vuelo majestuoso, Maximiliano cayó a la altura del primer intento pero en terreno válido. El público saltó de sus asientos y jaleó a los brasileños mientras Nathaniel volvía a agacharse para susurrar al oído de Billy. Esa distancia era complicada para ellos, en sus mejores lanzamientos la habían rozado pero nunca habían dado sensación de poder superarla con holgura esa marca. Sólo había un intento, el último y se decidiría quién pasaba a la final para tener a un paso el laurel.

Los seguidores del dúo canadiense no cejaban en su ímpetu y al volver a verles en la lona el siseo fue aún más penetrante. Estaban preparados. Era su última oportunidad para demostrar que no eran unas meras comparsas del campeón, un simple telonero olvidadizo previo al grupo estrella.

Desfondado por el lanzamiento, Nathaniel vio volar al enano y cuando su estela se convirtió en atisbo se levantó como un resorte, el lanzamiento había sido extraordinario, de gran potencia. El enano volaba firme y seguro, como una bala en su trayectoria de muerte. Nathaniel vio la victoria a varios palmos y al ver la caída de Billy saltó en augurio del resultado, previendo una victoria aún no confirmada. El enano, al levantarse y ver donde había caído comenzó a correr agitando los brazos y se dirigió hacia la Cobra, que saltaba en éxtasis, aupado por un público entregado. El salto era válido y tras un impás eterno... los jueces confirmaron su victoria.

Los gritos de la pareja se pudieron oír a manzanas de distancia. Sus manos comenzaron a mezclarse con las del público, se quitaron la camiseta y se tiraron en plancha sobre la lona celebrando ese majestuoso triunfo. Chocaron sus torsos desnudos y profirieron alaridos sin sentido, como tomados por el espíritu de la locura. Sin embargo, mientras continuaban con sus aspavientos victoriosos la pareja brasileña acudió al juez de campo a emitir una reclamación para la eliminación de la pareja canadiense por vulneración del artículo 6.1 del apartado `Festejo´ del reglamento, alegando que su forma de celebración era una burla y una falta de respeto que conllevaba la anulación del lanzamiento.

El juez de campo llamó al resto de jueces y en corrillo comenzaron a deliberar. La pareja canadiense, ajena a esta situación seguía bañándose en las gradas con sus seguidores. Tras varios minutos el juez de campo llamó a Nathaniel y a Billy e hizo oficial y pública su decisión. El lanzamiento era nulo, los ganadores y por tanto finalistas eran Bahía y Maximiliano.

Los canadienses no lo creían, pedían explicaciones a cada árbitro, trataban de justificar su comportamiento, pero la decisión era irrevocable. Llenos de ira y rabia, empezaron a dar patadas a los banquillos e increparon a la pareja brasileña, acusándoles de no saber aceptar una derrota en la lona. Al anunciarlo por megafonía, el público empezó a abuchear y a lanzar almohadillas contra los jueces, que se marcharon prestos para no soportar las calumnias de los asistentes. Estos, llenos de consternación, fueron abandonando sus asientos entre silbidos y gritos increpantes de `fuera´, `atraco´ y otros improperios que recordaban a los familiares de los jueces.

Este hecho no ha tenido precedentes en la historia del lanzamiento del enano y a buen seguro las repercusiones de semejante decisión no pasarán inadvertidas para futuros jueces y competidores. Lo único seguro tras lo sucedido es que los ganadores de la semifinal y por tanto aspirantes a la gloria del torneo son la pareja de brasileños Bahía alias La Santísima Trinidad y Maximiliano. Esperemos que semejante espectáculo no se vuelva a repetir por el bien de este deporte.

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Dos derrotas
Pablo Péndelton


Maintenon, 1996.
Sir Jimmy y Sir Lenny
vs
Eric alias el Desasoiego y Gustaf alias el Doctor


Cuan amargo es el fruto de la derrota más cuan agridulce el sabor de la indiferencia. Ha habido humillaciones abrumadoras que han tenido mayor recompensa que el sentimiento vencedor de esta final, pues la lucha y entrega aún sin técnica siempre superará la indolencia desdeñosa del triunfador sin mérito.

Pocos podían presagiar lo que iba a suceder en esta final. Los rivales eran parejos, las trayectorias idénticas, su calidad incuestionable. Algunos predecían un posible ganador pero sus vaticinios no eran más que vanas interpretaciones de una intuición difusa en vez de un rigor racional. Lo que sí parecía claro era que iba a haber lucha, emoción e intriga hasta el final como en las grandes citas, dignas de este deporte.

Sajones contra vikingos en terreno enemigo para ambos, la indómita Galia. Dos años después los estadounidenses Sir Jimmy y Sir Jenny y los suecos Eric alias el Desasosiego y Gustaf alias el Doctor se volvían a enfrentar en una final, esta vez en el Noveno Torneo, organizado en Maintenon.

En toda final el pasado es flor de olvido y a pesar de la igualdad entre ambas parejas el público ya desde el saludo inicial desequilibró su voluntad de ánimo a favor de la pareja yankee, no por cariño sino por castigo hacia la dejadez mostrada por Eric y Gustaf en sus modales tanto en la victoria como en la derrota a lo largo de su trayectoria, a todas luces llena de acusados altibajos.

La final comenzó con los suecos lanzando en primer lugar tras perder el sorteo. Eric, parsimonioso como de costumbre, subió a la lona como si aún acarreara la depresión recientemente superada con él. Seguía flaco, enjuto en relación con el resto de lanzadores. Su presencia en la final se había visto ensombrecida por los constantes rumores, nunca probados, de dopaje. Para el respetable resulta difícil de creer que un hombre de su porte logre tamaños méritos.

Agarró a Gustaf y lo inesperado sucedió ya en el comienzo. Cuando todos pensaban que Gustaf iba a volver a utilizar sus figuras nobles en el vuelo, se quedó estático. No extendió, como había hecho en todos sus vuelos anteriores en el torneo, su brazo izquierdo para dirigir su trayectoria. Esta vez pegó sus dos brazos al cuerpo y como resultado, la inmensa potencia de Eric le condujo recto y fuera de las bandas. Lanzamiento nulo. El público murmuró intensamente esta estrategia, parecía un símbolo de miedo hacia la pareja rival, cuya media de distancia en los lanzamientos era ligeramente superior.

El error sueco debió de teñir de conservadurismo el aguerrido espíritu de Sir Jimmy, que ya en su acercamiento a la lona, mostró unas formas indolentes y conformistas. Agarró a Sir Lenny y como si su leyenda se hubiera extinguido al ver el lanzamiento de sus rivales, mostró una técnica impropia de su nivel en su toma de impulso, e incluso osó a no dar ni siquiera dos vueltas sobre sí mismo, algo que no se le recordaba desde sus inicios. Con rasgos de prepotencia inusitados en él, impropios de su trayectoria, de su rango y de su prestigio, lanzó como si fuera un entrenamiento, y ahí que en la falta de costumbre en cuanto a tacañería competitiva se refiere, lanzó a Sir Lenny fuera de las bandas, en un vuelo que ni siquiera sus figuras nobles pudieron evitar que se desviara. Y casi mejor, porque si hubiera sido reglamentario, el ridículo habría sido de un calibre tal, que el honor de la pareja se habría perdido en el suelo francés. Si hubiera sido reglamentario, hasta un principiante sin fuerza habría alcanzado esa distancia irrisoria.

Esto no engrandeció a los suecos, que seguían igual de impasibles, como estatuas de hielo. Tras dos lanzamientos nulos, el público mostraba signos de decepción e impaciencia a la par que de emoción debido a la igualdad del choque.

Nadie sabía qué lanzamiento iban a hacer los suecos en ese momento, sus opciones en la final estaban más que nunca en el aire, que se había vuelto algo turbio tras aquellos dos insultos a su condición de medio de competición.

Eric agarró a Gustaf, y repitió la violencia y el ímpetu del primer intento, y cuando parecía lo contrario, el Doctor desplegó su brazo izquierdo en forma de ala, volviendo a sus figuras nobles, pero dudó al hacerlo y el ángulo con respecto al suelo variaba constantemente en su vuelo y poco a poco se fue deslizando aéreamente al lugar donde el recuerdo cierra su puertas. Lanzamiento nulo de nuevo.

La masa de gente comenzó a abuchear implacablemente a la pareja sueca, dos lanzamientos nulos en una final y tres entre ambos equipos era un ultraje ante los ojos de tan exquisita audiencia. Entre silbidos y vejaciones se retiraron los suecos, conscientemente perdedores. El público, deseoso de un espectáculo mayor, gritó airadamente y al unísono `¡Lejos, lejos!´ para que los estadounidenses, que sólo necesitaban lanzar al enano dentro del límite reglamentario para ganar, dieran algo de brillo a una final irremediablemente deslustrada.

Los yankees subieron con la victoria asegurada pero con su reputación en juego. Si ganaban tendrían un palmarés digno de las leyendas, pero el público y la honra de este deporte necesitaban riesgo en ese último lanzamiento.

Sir Jimmy agarró a Sir Lenny, y sin mover los pies ni girar la cintura, le balanceó como una madre acuna a su bebé y lo dejó caer unos centímetros dentro del área reglamentaria. Habían ganado.

Lo que sucedió después no es nada que no pueda intuir el lector fácilmente. Sillones volando, gritos ensordecedores, clamor contra los cuatro participantes, hasta una moción de censura para descalificar a ambos equipos por falta de cortesía y juego limpio. Se habló de amaños que no se pudieron demostrar y los jueces no pudieron hacer nada más que darles el trofeo sin mirarles a los ojos.

Nadie pedía un record en la final, y menos en el último lanzamiento, pero vender la dignidad y la honra por una línea más en el palmarés es algo que probablemente les costará caro a la pareja estadounidense.

Sea como fuere, ambas parejas van a ver reducidas sus posibilidades de participar en otros torneos, pues este espectáculo simplemente ha rayado la indecencia. Este deporte merece mucho más que la decadencia mostrada en esta final.

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